jueves, 16 de noviembre de 2017

Entrevista a Osvaldo Fernández

Compartimos con nuestros lectores, la entrevista realizada a Osvaldo Fernández Díaz por Claudio Berríos y Sebastián Farfán, publicada en abril de 2017 en "Saberes Sujetos" revista de educación y cultura.

RECEPCIÓN DE ANTONIO GRAMSCI EN CHILE

Osvaldo Fernández Díaz, Doctor en filosofía, profesor de Filosofía de la Universidad de Valparaíso, y director del Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano (CEPIB), nos habló acerca de la recepción que tuvo en Chile el pensamiento del italiano Antonio Gramsci. Fernández fue uno de los primeros jóvenes de izquierda en leer en nuestro país parte de los famosos Cuadernos de la cárcel del pensador cerdeño.  No solo eso, también le correspondió la primera publicación de un libro en Chile sobre Gramsci, titulado Maquiavelo y Lenin, editado en 1971 por la editorial Nascimento.

¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos a los textos de Antonio Gramsci?

Mira, esa es una historia que más o menos la he contado varias veces, y tiene que ver con la edición argentina de la obra de Gramsci. Gramsci muere en el año 1937; la cuñada de este, Tatiana Schucht, se lleva los materiales a Moscú. Al principio, quien se le sugirió llevárselos a Moscú fue Piero Sraffa, un amigo que ayudó a Gramsci en la cárcel proveyéndolo de libros y teniendo contacto con él y con Tatiana. En Moscú se los entregan a Togliatti y él trata de editarlos, pero eran los años cuarenta, la Segunda Guerra Mundial. Unos dicen que lo hizo de mala leche; otros dan esta razón que parece ser la más plausible, porque de hecho se editaron.

Lo que se hizo fue que se editaron libros de Gramsci, se agruparon las notas temáticamente y se editaron como 10 volúmenes más o menos de la obra de Gramsci. Ahora eso no es absolutamente disparatado, porque Gramsci tiene dos tipos de cuadernos: unos cuadernos que son misceláneos, con notas dispersas sobre de temas dispersos: leyéndolo te da la impresión de que estás leyendo un calendario de cosas distintas, informaciones bibliográficas, informaciones sobre un libro determinado, un autor, etc.; y otros en que son agrupadas las distintas notas que dieron temas recurrentes, Gramsci mismo las compila como pequeños ensayos. Ahí está todo lo que dice sobre Marx, sobre la filosofía. Sobre Croce por ejemplo, está el Materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce; lo que dice sobre Maquiavelo, la política, sobre Lenin está en Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno.

En Argentina, Héctor Agosti, de cierto modo seguía a Gramsci porque tiene un libro sobre un pensador argentino de los años 30, Esteban Echeverría, participante de un grupo político en su país, donde estaba Sarmientos, Mitre, entre otros. Es decir, era un grupo intelectual que hizo lo que difícilmente logran hacer los intelectuales: estudiar una realidad y después aplicar sus ideas a esa realidad, pues algunos de ellos fueron presidentes de la república. Agosti apoyó editorialmente la traducción de esos libros de Gramsci y esa fue la primera edición que se tradujo en lengua extranjera de Gramsci, no hay otra traducción anterior. Las otras traducciones son mucho más tardías, son de los años setenta. En Francia por ejemplo el 73 no había más que una antología y después se empieza a editar la obra, los cuadernos y los escritos políticos anteriores.  La edición española fue una novedad, porque está cerca de diez años de la primera publicación italiana, la de 1947. Ahí nacen los gramscianos argentinos: Aricó, Portantiero, etc. Ellos se hicieron gramscianos por las características bastante cerradas del partido comunista argentino, no entendieron esas nuevas cosas, las condenaron.


La editorial que publicó a Gramsci en Argentina, Lautaro, editó 5.000 ejemplares, 1.000 de estos partieron para Chile. De tal manera que a fines de los cincuenta, comienzos del sesenta estábamos leyendo la edición, y nos impactó bastante por la manera de escribir de Gramsci: bastante inspiradora, abierta, que reflexionaba sobre Marx. Nosotros habíamos leído a Marx y a Lenin, pero no estaba prácticamente una reflexión sobre eso que fuese abierta, diferente al folleto de Stalin de Materialismo dialéctico y materialismo histórico que es el esquema del Manual. Por lo que en Gramsci encontramos la crítica en el manual organizada.

En relación a lo que está diciendo, ¿cómo fue este primer grupo que empezó acá en Chile a leer a Gramsci?, ¿cuáles fueron las circunstancias quizá políticas, que los reunió para comenzar a hacer una lectura de Gramsci?

Éramos de las Juventudes Comunistas, éramos más bien universitarios, estábamos entrando a la universidad y otros a punto de ser profesores. Nos intercambiamos libros, por lo que fue una lectura colectiva-individual de Gramsci. Yo creo que el interés fue fundamentalmente en torno a ese orden de ideas, una especie de visión más crítica de Marx y de Lenin y fundamentalmente del manual, eso fue lo que nos entusiasmó, fundamentalmente porque desde el punto de vista político actuamos bastante creando células, era un trabajo difícil porque se comenzaba a montar unas Juventudes comunista a comienzo del periodo universitario-periodo escolar, que cuando llegaban las vacaciones a final de año se desarmaba todo y después había que ir a buscar de nuevo los mismos nexos, entonces había un contacto de esa naturaleza, pero este grupo yo lo podría definir más bien como un grupo de minoría intelectual que tomó posiciones políticas, había lecturas conjuntas y realizaba actividades culturales, como un encuentro con Neruda, leíamos la revista Araucaria que sacó el partido, se publicaban cosas en una editorial que sacó el partido el 65, por ahí, y en esa actividad donde nosotros participábamos sacamos una revista también, “Dilema” se llamaba. Gran parte fue inspiración de Vuscovic que tenía una bondad, a pesar de que a veces era demasiado porfiado, había que hacer las cosas, no se podían postergar, muchas veces quizá algunas cosas, las debíamos haber postergado, por ejemplo nosotros trajimos en esa época a Violeta Parra, pero la trajimos dónde, a los Baños del Parque, entonces la pobre alcanzó a tocar 2 canciones pero la gente quería bailar y nosotros nos habíamos hecho cargo hasta del bar pero no sabía hacer los tragos entonces nos preguntaba…

¿Este grupo tenía alguna forma de orgánica?

No, funcionaba como Juventudes Comunistas, era un comité regional, o sea era una construcción piramidal que comenzaba por la cúspide y ahí armaba para abajo, las células venían después, y era así como actuó la Tercera Internacional.

Pero el grupo cultural que hizo la recepción de Gramsci, ¿tenían alguna forma orgánica distinta a la de la estructura del partido o funcionaba dentro del partido?

No, dentro del partido había relaciones de amistad y de militancia, había una actividad. Por ejemplo, para mostrar que no era un organismo político-político, alrededor estaba ATEVA que era un grupo de teatro que se creó aquí en Valparaíso por Marcos Portnoy. No tenía ningún contacto orgánico con lo nuestro, pero era una actividad que asistía paralelamente. Los que se acercaron mucho a nosotros fue la comunidad judía, había una gran cantidad de comerciantes judíos que se vinculaban al partido; de hecho, una vez estuve encargo de formar una célula en el Eduardo de la Barra y los primeros que comenzaron a llegar eran unos que yo no conocía, eran todos judíos. Por eso yo digo que es un grupo más bien intelectual, por cómo actuaba con el partido; y el otro nexo orgánico nuestro era la Universidad, o sea ahí desarrollamos gran parte de nuestra actividad cultural.

Esta lectura, que como grupo dentro del partido comunista hicieron de Gramsci, ¿Generó algún grado de tensión como fue en Argentina, con la expulsión de Aricó del partido comunista?

Hubo, lo que diría yo, un consentimiento. En eso tuvo un papel importante Volodia Teitelboim, quien estimulaba la actividad intelectual en el partido. Por ejemplo, la creación del Instituto de investigaciones Marxistas, donde se habló de Gramsci en la inauguración.  Recuerdo que conversamos con Corbalán y él me decía que poníamos a Gramsci a la altura de Lenin. Se hicieron unas semanas del pensamiento marxista donde Vuscovic y yo hablamos del diálogo cristiano marxista. Yo creo que por el año 1964, no tengo el artículo mismo, escribí en El Siglo, hablando de la reflexión, hablando de Gramsci.

¿Podríamos decir que este fue uno de los primeros artículos que se hizo de Gramsci?

Yo sé que antes hubo… De Luigi creo que se llamaba, no sé si será el nombre de él o no. Era un cronista cultural artístico y él escribió sobre Las Cartas de la Cárcel, las cuales recibieron un premio famoso llamado Viareggio. Esa noticia llegó al Siglo y se hizo un comentario. En ese sentido no creo yo haber sido el primero que escribió.

¿De qué manera se dio el nexo para poder publicar oficialmente algo en Chile sobre Gramsci, como fue su libro Maquiavelo y Lenin?

Esta publicación -Maquiavelo y Lenin- fue unos ochos años después de nuestras primeras lecturas. Este libro -su edición- fue una iniciativa de Hernán Loyola, que gestionó la publicación. La idea era sacar una colección popular, al estilo de la Quimantú. Mi trabajo fue proponer los temas a tratar. Pensamos en publicar un libro sobre Gramsci, y otro sobre el joven Marx. El texto de Gramsci logró sacar dos ediciones, y por su contenido propuse el nombre Maquiavelo y Lenin, pues es una recopilación de notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno. La traducción es de Aricó y su publicación de la editorial Lautaro. Después supe que lo editaron en México, donde se señalaba “notas y prólogo de Osvaldo Fernández”, pero no figuraban ni mis notas, ni mi prólogo. Después en el simposio que se hizo en Chile el año 1987, apareció mi libro, pirateado. Tuve el orgullo de ser pirateado. Finalmente, hace unos años, el libro fue editado por la Editorial La Pajarilla.

GRAMSCI EN LA POLÍTICA CHILENA

Seguimos con la segunda parte y final de la entrevista que el profesor de filosofía, Doctor Osvaldo Fernández Díaz nos entregó, en el marco de la recepción del pensamiento de Antonio Gramsci en Chile. Este bloque está destinado a la discusión acerca de la influencia que el pensador sardo pudo haber generado en la izquierda de los sesenta y setenta de nuestro país y cómo se puede reinterpretar su pensamiento y sus conceptos en el Chile actual.

¿Cree usted que existió una contribución del pensamiento de Antonio Gramsci dentro del programa político de la Unidad Popular? ¿Cree que contribuyó su libro en parte dentro de este proceso?

 Quizás hubo un eco sobre esto. Sé que alguien en la escuela de derecho en la Universidad de Chile (hoy Universidad de Valparaíso) hizo un curso con el libro Maquiavelo y Lenin. Arrate dijo en un encuentro que hubo en el ICAL últimamente, que se había introducido Gramsci en Chile con la lectura de mi libro. Yo creo que pudo haber influido en la intelectualidad política chilena de esa época, pues era lo que se encontraba más a mano sobre Gramsci.

Sobre lecturas políticas de Gramsci, nosotros conversamos por el año 1968 con militantes políticos que iban desde la Democracia Cristiana al MAPU, con quienes hablamos sobre el filósofo italiano. Ellos señalaban que iban “más allá de eso”, pues seguían la línea de Althusser y Marcuse. Estas lecturas cortaron en cierta manera un estudio más profundo de Gramsci. Los socialistas, por ejemplo, realizaron una lectura, pero fue posteriormente, durante los primeros años de la transición. La Concertación detuvo un movimiento que pudo haber ido mucho más allá, pudiendo haber saltado la transición que nos tiene a donde estamos hoy.

¿Cree que en los sectores allendistas de la Unidad Popular tuvo mejor recepción el pensamiento Gramsci en relación a algunos de sus conceptos como guerra de posiciones, hegemonía cultural, u otro elemento, en contraposición a otros movimientos de izquierda?

La lectura más política que se hizo, previa a la Unidad Popular y durante la Unidad Popular, fue de Althusser a través de Marta Harnecker. “El Manual” de Marta Harnecker fue la lectura más política, pues no hubo una lectura de Marx ni del Capital fuerte. Cuando llega la Unidad Popular, la consigna era “Basta de teorías, hay que ir a la acción”, lo que culminó en un proceso de abandono de Marx, sin haber realizado un proceso de lectura. Por ese lado, no hubo una buena lectura de Gramsci, ya que después de Maquiavelo y Lenin no existió antología alguna, ni edición chilena sobre Gramsci. Como dije anteriormente, con el Partido Comunista chileno existió un consentimiento sin entusiasmo. El partido era pro soviético, y Gramsci cayó en algo que fue condenado por los partidos más ortodoxos, como lo fue el eurocomunismo. De hecho, en el XIII Congreso del partido, que se realizó el año 1963, Sergio Vuskovic y yo nos entrevistamos con dirigentes italianos del partido comunista, quienes nos enviaban revistas de filosofía política como Critica Marxista. Notamos que existía una intención del Partido Comunista italiano de otorgar apoyo al Partido Comunista chileno, de igual manera que el Partido Demócrata Cristiano italiano lo hacía con el Partido Demócrata Cristiano chileno. Esto incluiría un aporte intelectual, sin embargo, el partido era muy adicto a Moscú, y veía estás situaciones como desviaciones.

Encuentro que la carga política de Gramsci pudo haber sido más implícita que explicita, en las atmósferas de ciertos movimientos de izquierda dentro de la Unidad Popular.

En 1987 se realizó en Santiago un Seminario titulado “Vigencia y Legado de Antonio Gramsci”, patrocinado por el Instituto Gramsci de Roma, y en el cual usted pudo asistir. De lo que pudo observar ¿Cómo se configuraba el pensamiento de Gramsci en esos años, considerando una izquierda chilena que había sido derrotada y una dictadura que aún no culminaba?, ¿qué tipos de lecturas se realizaban de Gramsci?

 Fue un momento de difusión de Gramsci. El encargado en ese momento del ICAL era Miguel Lawner, arquitecto de la Unidad Popular que estuvo detenido en Dawson. En este Seminario participaron italianos, franceses; contamos con la presencia de Antonio Santucci, José Ramos de España, entre otros. Los seminarios se hacían en la mañana y en las tardes se realizaban talleres de discusión. Se becó a estudiantes y a dirigentes sindicales. Fue la noticia de dos semanas que apareció en toda la prensa. Esos son elementos difusores interesantes que por lo menos debe haber estimulado el conocimiento de Gramsci.

¿Cómo ve usted el pensamiento de Gramsci en el periodo de la transición durante los gobiernos de la concertación después de que pasó todo esto, de la conferencia del 87? Efectivamente se expandió o más bien se contrajo el pensamiento crítico en general

 Ahí se encuentra una paradoja, que es la siguiente: el documento de Santa Fé 2, que son informes sobre la situación política latinoamericana, dirigidos a los presidentes republicanos de derecha -Reagan y Bush-, aparece que el enemigo fundamental de los Estados Unidos no es el marxismo-leninismo, si no el gramscismo. A partir de ahí se traza una figura al revés de cómo la izquierda en América Latina había avanzado, a través de la teología de la liberación, a través de las rebeliones estudiantiles, a través de los mejores escritores latinoamericanos; los documentos hablaban de García Márquez, de Cortázar, de Vargas Llosa, y la adhesión que ellos tenían a la revolución cubana. Se hablaba del copamiento de la guerra de posiciones en la sociedad latinoamericana, y se daban recomendaciones sobre cómo actuar. Por ejemplo, una cosa fue invitar a intelectuales latinoamericanos a las Universidades de Estados Unidos. De esta manera se dieron vuelta a Vargas Llosa y a Octavio Paz, que eran figuras totalmente de izquierda en esa época. Como un reverso ocurre que la derecha chilena, empieza a leer a Gramsci, colocándolo como enemigo, pero al mismo tiempo tomado posiciones leninistas. Armand Mattelart escribió un libro sobre la leninización de la derecha chilena, y en los estatutos de la UDI aparece el gramscismo como el enemigo fundamental, pero al mismo tiempo utilizaron a Gramsci para realizar una entrada en la realidad chilena y prolongar los efectos de la dictadura a través de la instalación de una hegemonía cultural. Osea los usos estuvieron más bien en la derecha más que en el campo de la izquierda. Una triste convicción, pues siguen organizando seminarios sobre Gramsci, y siguen ganando por partida doble, mientras que la izquierda no está actuando gramscianamente.

¿Cómo ve usted la influencia del pensamiento gramsciano hoy, sobre todo en relación con las movilizaciones que ha habido en Chile, desde el 2006 al 2011, cómo ve usted ahí el pensamiento de Gramsci?

 Yo creo que este movimiento estudiantil tuvo como punto de partida la rebelión de los pingüinos en el 2006, quienes llegaron después a la Universidad. De hecho, la editorial La Pajarilla surge ahí, al calor de esa lucha estudiantil. La Pajarilla ha editado varias cosas sobre Gramsci, incluso acaban de editar unos textos de Néstor Kohan sobre Gramsci. Sin embargo, el movimiento gramsciano chileno nunca tuvo la dimensión que tuvo en Argentina, en donde la figura de Gramsci está en movimientos sociales, en actividades teóricas, en publicaciones, en la universidad, etc. En cambio aquí, muchas veces está en la universidad por iniciativas que van desde abajo hacia arriba, por parte de los estudiantes, más que iniciativas de los profesores por enseñarlo. Yo creo que el movimiento estudiantil tiene el tremendo mérito de haber acabado con la Concertación y haberse lanzado al movimiento social chileno con un ímpetu que asegura que ya no se van a seguir haciendo las cosas como antes, que va a ser mucho más difícil que se hagan como antes. La figura de Gramsci está como una influencia implícita. Las movilizaciones del año 2011 fueron el comienzo de algo, se fue destruyendo una serie de mitos que se habían logrado instalar, como el que las familias debían pagar la educación de sus hijos, con frases como “yo he pagado la educación de mis hijos con gran honra”, y veía la gratuidad como pedir limosna. Ahora, a pesar de todo lo que digan los políticos, La Tercera y El Mercurio, la gratuidad se instaló en algunas Universidades, y en centros como el DUOC y el INACAP, donde la gran mayoría de los alumnos son jóvenes trabajadores que tienen que pagarse. Ya no es la familia la que paga la educación, si no que son jóvenes con sus salarios los que pagan la educación.

 ¿Qué categorías gramscianas cree usted que podrían explicar la realidad actual?

 Este año, en la fiesta de los abrazos, participé en un foro sobre Gramsci y el concepto de hegemonía pensada en la realidad chilena. Yo lo traduje en una frase que es como una metáfora, no es una elaboración teórica, si no que es más bien una justificación: el Partido Comunista chileno debe estar con un pie en el gobierno y un pie en la calle. Si el partido ha sido efectivo con su pie en el gobierno, en el sentido que han cumplido con lo que tenían que hacer ahí, no han pensado sobre el pie en la calle, que tendría que ser justamente el desarrollo a través de la movilización social de una cierta hegemonía. Yo creo que todo lo que está sucediendo en la calle es como Gramsci veía un concepto de hegemonía, disputarle a la derecha lo que ha instalado. Si la derecha instaló la idea que la educación es un privilegio y los privilegios se pagan, el movimiento estudiantil levantó la idea de lo público, estatal y la gratuidad en la enseñanza. Es una especie de imposición de una contra-hegemonía a las ideas que la dictadura creó, y que la Concertación había logrado instalar en la sociedad chilena. En ese sentido, yo creo que ese concepto vale para las luchas que se han dado, contra la AFP, en el movimiento estudiantil y en otros movimientos más que tienen que venir.

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